Pensamiento de diseño, innovación de diseño, experiencia del usuario, metodología ágil, Design Sprint y la lista continúa… El diseño evoluciona y así también las diferentes herramientas con las que contamos para demostrar su valor ante el mundo.
Las corporaciones también escuchan hablar de diseño y desean sumar estos procesos mágicos para alinear a sus equipos, mejorar la cultura y hacer que sus negocios crezcan. Saben que es algo positivo, no solo una simple moda y que los favorecerá. Pero, ¿por qué les sigue costando tanto invertir en diseño?
La realidad es que las empresas ven todos estos procesos de diseño como algo ajeno, “todo es nuevo para nosotros”. No entienden cómo esto se conectará en el día a día, ni cómo ver el retorno sobre la inversión (ROI), “¿acaso hay una estrategia detrás de todo esto?”.
Al momento de armar propuestas comerciales donde buscamos convencer al cliente del valor del diseño y del ROI que esta inversión va a tener para su producto, es importante manejar el idioma de los negocios y tener un pensamiento estratégico.
Diseño y estrategia operan de manera análoga desde el comienzo de cualquier proyecto. Al estratega y al diseñador les concierne la necesidad de disponer de toda la información posible acerca de la naturaleza del problema por resolver para poder desarrollar una planificación a medida y evaluar tiempos, esfuerzo y costos.
Comúnmente se suele asociar la actividad del diseño con el sentido más creativo y referir a lo estratégico como lenguaje propio del mundo de los negocios. Es momento de cambiar este paradigma.
En la actualidad, desde mi punto de vista, la misión de diseñar es poder resolver de manera inclusiva los problemas de las personas, ayudando a generar una sociedad más unida y sustentable. Si pensamos esta definición en un contexto de negocios, donde entendemos que el diseño no solo impacta en las personas sino en las empresas y el mundo, vamos a poder poner en manifiesto el valor que este tiene como herramienta estratégica.
Las proyecciones empresariales son cada vez más difíciles; en una sociedad tan cambiante, predecir lo que sucederá en los próximos años es animarse a proyectar en un contexto de caos.
En su mayoría, los líderes de las grandes corporaciones son reacios al caos y prefieren dirigir sus empresas en piloto automático, sin tomar riesgos y proyectando a corto plazo. En cambio, los diseñadores, que hemos sido formados con la capacidad de trabajar en el caos, debemos ayudar a estos líderes empresariales a comprender el mundo actual e impulsar las decisiones estratégicas en base a un nuevo sistema de valores.
El pensamiento estratégico nos permite trabajar de manera más colaborativa con los empresarios, aportando miradas descontaminadas que desbloqueen el valor oculto en productos y servicios. Así también los empresarios deberán abrirse a incorporar el pensamiento de diseño en sus equipos, para generar una cultura con estrategia innovadora.
Cuando buscamos explicar el ROI de nuestro servicio, los diseñadores cometemos el error de asumir que todos saben de diseño y solo hablamos de tipografías, colores, estilos. No nos ponemos en el lugar de nuestro cliente, que está preocupado por entender cómo esta inversión le va a aportar valor a su producto.
Al momento de comunicar, es importante saber interpretar el contexto. Muchas de las veces que proporcionamos nuestro servicio de diseño, nos encontramos en un ámbito de negocios. Por lo tanto, debemos comprender cómo los negocios monitorean y miden su salud para hablar el mismo idioma. Indagar sobre esto permite encontrar paralelismos que conectan los “objetivos de negocio” con lo que ofrecemos en términos de diseño —es una forma de alinearse—.
Cuando aprendemos a medir diseño descubrimos cómo hablar el lenguaje de los negocios de forma más eficiente. Por ende, contamos con otra herramienta para ayudar a nuestros clientes a entender el valor que sumamos en las empresas.
Debemos confiar en nuestro talento como diseñadores y tomar este nuevo aprendizaje como un problema por resolver.
3 puntos importantes para tener en cuenta:
Traducir el valor del diseño en números que tus colegas ingenieros y empresarios puedan comprender.
Encontrar las métricas correctas para tus proyectos y usar data cuantitativa y cualitativa para contar tu historia.
Empatizar para contar los resultados de forma que resuenen en la audiencia. Recordá: todo es cuestión de contexto y experiencias.
Hace ya décadas que Thomas J. Watson Jr. predicaba en IBM la premisa de “buen diseño son buenos negocios” y este sentimiento nunca ha sido más verdadero como en esta época, en que el rol de diseñador evolucionó a punto tal de reclamar voz de voto en la mesa chica de empresas líderes, teniendo injerencia en el futuro de estas.
Muchos diseñadores UX cometen el error de solo centrarse en la visión del usuario y lo defienden a toda costa, sin importar si esto afecta al negocio.
Para que exista un ciclo de valor (value loop), los diseñadores debemos enfocarnos en las dos partes que componen la ecuación, los objetivos del usuario y las necesidades del negocio.
Es importante saber que esta transformación como diseñador no es obligatoria para todxs. En el diseño existen diferentes capas y podemos encontrar nuestra zona de confort trabajando en la capa superficial, buscando paletas de colores que resuenen en la mente de nuestros usuarios y puliendo píxeles de una nueva tipografía que estamos creando. El mundo necesita este tipo de diseñadores.
Si sos del que mira las dos caras del ciclo de valor y te gusta relacionarte con otras áreas de tu compañía mostrando el valor del diseño, el camino del pensamiento estratégico y el lenguaje de negocios, este es tu camino. Pero paciencia; es un camino que toma su tiempo llevarlo a la práctica e implementarlo. La única forma de aprenderlo y comprenderlo es: recorriéndolo.